
Ayer martes asistí a la reunión, como cada año, de inicio del curso escolar del IES Bernat el Ferrer. La sensación cuando asisto a las reuniones del colegio (iniciales, de AMPA,…), siempre ha sido la misma, y son 21 años dedicados a estos menesteres. De segundo de ESO, si no me equivoco, asistimos un total de doce familias, o lo que es lo mismo, sobre la mitad de la clase.
El continuo debate sobre la responsabilidad de toda la sociedad en la educación y formación de nuestros hijos, me lleva a pensar que, cada uno por su lado, todos nos echamos la tierra encima. Cuando hablamos de comunidad educativa, hablamos de todos los actores que participan en esta: los profesores, los alumnos, y también los padres, parte igual de importante.
El ritmo de vida actual nos hace menos tolerantes, más irascibles, más individualistas y más cómodos. Porque más cómodos. Pondré un ejemplo: las nuevas formas de inversión del tiempo libre, con prácticas de ocio más individualizadas y privatizadas, nuevas tecnologías del entretenimiento, nos ayuda en extremo a los padres a renunciar a disfrutar con ellos. Cuando llegamos de trabajar, que mejor que encontrar a nuestros hijos inmersos en el ordenador o en la Play. Preguntamos en voz baja si han hecho los deberes y después de una respuesta afirmativa, respiramos tranquilos para no romper la calma existente. Estamos cansados y sólo faltaría que se enfadasen. A esto hago referencia cuando hablo de “cómodos”.
La sociedad de hoy en día, nos decimos, obliga a los padres a tener unas jornadas de trabajo exhaustivas, donde la dedicación a aquello que es prioritario pasa a un segundo plano. La implicación de los padres en la formación, no sólo formación curricular sino formación en valores, es básica para conseguir una sociedad mejor, más abierta, más libre, más respetuosa con su entorno, más solidaria. Cuando dejemos de ver las escuelas como un simple lugar donde aparcar a nuestros hijos, y nos hagamos, como padres, corresponsables de la educación y formación de estos, lograremos una sociedad mejor, más justa, más equilibrada y menos irresponsable.
Llegar a este estado de conciencia, nos llevará a todos a la conclusión que los poderes públicos tienen la obligación de garantizar una educación de calidad, basada en el respeto, en definitiva una educación por y para el futuro. Pero no podemos exigir a los profesores o al propio Estado que haga de padres. Nosotros somos los padres y sin renunciar a nuestra obligación hemos de exigir que nuestros hijos tengan la formación necesaria para poder afrontar su futuro con éxito. Y no seamos cortos de miras y entendamos por éxito únicamente el económico. Que mayor éxito en la vida que disfrutar de ella con tus hijos.
No desertemos de nuestra responsabilidad como padres. Disfrutemos de ello